Cuando he sido capaz de reaccionar he podido apagar la luz, ajustarme los tapones de los oídos y seguir durmiendo dando gracias a que ya me habían quitado el gotero que hacía unas horas se había secado y la sangre había empezado a subir por el tubo haciendo que me diese aún más asco, si cabe.
Al cabo de un rato ha llegado mi madre para hacer el relevo. Cuando la señora se ha despertado ha vuelto a encender la tele. La uno, claro. No salía de mi asombro. Porque lo siguiente que ha hecho ha sido sentarse junto a su cama con los codos apoyados sobre las rodillas y los ojos cerrados. Y yo, que ya no podía más, he encendido la radio y me he puesto a jugar a la DS con el volumen a tope. Vaya tela con la señora telerín. No me quiero ni imaginar cómo debe ser en su casa.
Finalmente, ha venido el doctor. Otra enfermera me ha quitado el apósito con forma de teta y el médico ha alabado la costura que ahora tengo alrededor de la aureola. Y me decía: mira, mira. Y yo: que no. Y la enfermera: que mires. Y yo: QUE NO! Qué aprensión, por dios. Que ellos estén acostumbrados a ver esas cosas a diario no significa que yo sí.
1 comentario:
penga, escribe más.
ainis
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