miércoles, 12 de mayo de 2010

24 horas

Al fin estoy en casa. Han sido doce horas de hospital interminables. Y eso que la mitad las he pasado bajo los efectos de los narcóticos.

Todos mis temores se hicieron realidad a los cinco minutos de llegar al hospital. No sólo me dieron una bata de abrochar por detrás sino que era talla XX (al cubo) L e hiperalmidonada. Por lo menos era de color azul y no estaba demasiado desgastada.

Cuando llegué, me recibieron como cuando uno llega a la cárcel en las pelis. Una enfermera con un tono de piel blanco merluza y mirada un poco agria me tendió un par de toallas del Hotel SS, una esponja (para lavados en seco?) y la bata. Todo doblado a modo de pack. "Ponte esto, quítate los anillos y pendientes y desmaquíllate las uñas", me dijo. Y yo pensé: "lo de las joyas, vale, quizá para evitar envidias... pero lo del esmalte de uñas? Que es 'rojo dragón' de Chanel! Un respeto!" Y así, sin mediar una palabra más, me dejó en la habitación con tres quilos de tela azul. Y, de repente, de estar visualmente sana, pasé a ser una enferma más. Y con mi bata, nada debajo (bueno, mi dignidad) y unos calcetines negros (sí, qué pasa, no me acordé de coger los de Hellokitty) me tumbé en la camilla a esperar.

Al cabo de un rato vino otra enfermera a ponerme una pulserita. Sí, parecida a las de los festivales y me dijo que ya no podía tomar nada. Ni agua. Y yo: "¿qué, ni agua?". Y se me empezó a secar la boca. Eran las 11.00 de la mañana y no me operaban hasta la tarde! Un poco de piedad! Que yo bebo dos litros diarios. No sólo están contentos con ponerme una bata sino que además quieren resecarme el cutis!

Y al rato pasó lo que tenía que pasar: llegó el marido de mi compañera de habitación. Un hombre con el pelo churripitoso con calandracas aceitosas que le llegaban al cuello de la camisa. Qué horror. Y yo sentía que no dejaba de mirarme como queriendo atravesar la bata azul!! Así que me puse unos pantalones y la sudadera. Al cuarto de hora llegó el resto de la familia. Y como no, dando gritos.

Mi compañera resultó ser una teleadicta. Pero sólo de la uno, y de mira quién baila. Así que en unas horas he visto más la tele que en una semana. Y lo peor era que la tia se quedaba dormida con la tele puesta y el mando ¡en la mano! Cuando me levantaba a apagarla de repente abría los ojos para que la encendiera para "ver el parte".

...

No hay comentarios: