miércoles, 12 de mayo de 2010

La 205

Esta noche en uno de mis delirios de los narcóticos, me he despertado y ésta ha sido mi visión: la señora de la cama de al lado dormida con el mando de la tele en la mano -para variar- la tele en marcha y la luz encendida. Mi novio, con su camisa de Filippa K -él siempre divino-, acurrucado en una silla de pvc dormía como un bendito. Su presencia me tranquilizó sobremanera. Lástima que durmiera porque aquella escena -la de la mujer, digo- hubiera sido digna de una mirada de esas que dicen "vaya tela".

Cuando he sido capaz de reaccionar he podido apagar la luz, ajustarme los tapones de los oídos y seguir durmiendo dando gracias a que ya me habían quitado el gotero que hacía unas horas se había secado y la sangre había empezado a subir por el tubo haciendo que me diese aún más asco, si cabe.

Al cabo de un rato ha llegado mi madre para hacer el relevo. Cuando la señora se ha despertado ha vuelto a encender la tele. La uno, claro. No salía de mi asombro. Porque lo siguiente que ha hecho ha sido sentarse junto a su cama con los codos apoyados sobre las rodillas y los ojos cerrados. Y yo, que ya no podía más, he encendido la radio y me he puesto a jugar a la DS con el volumen a tope. Vaya tela con la señora telerín. No me quiero ni imaginar cómo debe ser en su casa.

Finalmente, ha venido el doctor. Otra enfermera me ha quitado el apósito con forma de teta y el médico ha alabado la costura que ahora tengo alrededor de la aureola. Y me decía: mira, mira. Y yo: que no. Y la enfermera: que mires. Y yo: QUE NO! Qué aprensión, por dios. Que ellos estén acostumbrados a ver esas cosas a diario no significa que yo sí.

24 horas

Al fin estoy en casa. Han sido doce horas de hospital interminables. Y eso que la mitad las he pasado bajo los efectos de los narcóticos.

Todos mis temores se hicieron realidad a los cinco minutos de llegar al hospital. No sólo me dieron una bata de abrochar por detrás sino que era talla XX (al cubo) L e hiperalmidonada. Por lo menos era de color azul y no estaba demasiado desgastada.

Cuando llegué, me recibieron como cuando uno llega a la cárcel en las pelis. Una enfermera con un tono de piel blanco merluza y mirada un poco agria me tendió un par de toallas del Hotel SS, una esponja (para lavados en seco?) y la bata. Todo doblado a modo de pack. "Ponte esto, quítate los anillos y pendientes y desmaquíllate las uñas", me dijo. Y yo pensé: "lo de las joyas, vale, quizá para evitar envidias... pero lo del esmalte de uñas? Que es 'rojo dragón' de Chanel! Un respeto!" Y así, sin mediar una palabra más, me dejó en la habitación con tres quilos de tela azul. Y, de repente, de estar visualmente sana, pasé a ser una enferma más. Y con mi bata, nada debajo (bueno, mi dignidad) y unos calcetines negros (sí, qué pasa, no me acordé de coger los de Hellokitty) me tumbé en la camilla a esperar.

Al cabo de un rato vino otra enfermera a ponerme una pulserita. Sí, parecida a las de los festivales y me dijo que ya no podía tomar nada. Ni agua. Y yo: "¿qué, ni agua?". Y se me empezó a secar la boca. Eran las 11.00 de la mañana y no me operaban hasta la tarde! Un poco de piedad! Que yo bebo dos litros diarios. No sólo están contentos con ponerme una bata sino que además quieren resecarme el cutis!

Y al rato pasó lo que tenía que pasar: llegó el marido de mi compañera de habitación. Un hombre con el pelo churripitoso con calandracas aceitosas que le llegaban al cuello de la camisa. Qué horror. Y yo sentía que no dejaba de mirarme como queriendo atravesar la bata azul!! Así que me puse unos pantalones y la sudadera. Al cuarto de hora llegó el resto de la familia. Y como no, dando gritos.

Mi compañera resultó ser una teleadicta. Pero sólo de la uno, y de mira quién baila. Así que en unas horas he visto más la tele que en una semana. Y lo peor era que la tia se quedaba dormida con la tele puesta y el mando ¡en la mano! Cuando me levantaba a apagarla de repente abría los ojos para que la encendiera para "ver el parte".

...

lunes, 10 de mayo de 2010

Mañana me operan. Es la primera vez que entro en un quirófano -la vez que me operaron de la vista no cuenta-. Como diría el del APM: "estic una mica cagat". Y no por la operación en sí, porque, al fin y al cabo, miles de mujeres se meten en un quirófano para hacerse mamoplastias diariamente y no les pasa nada. (Bueno, a las que se van a un piso del Raval a hacérselo, sí). Que digo yo, que ya que tengo que pasar por ello, pues que pongan un poquin de silicona a mi también, ¿no? Ojo, que tampoco quiero mucha.

A lo que iba. Mis inquietudes son más del tipo: me harán poner el camisón verde-abierto-por-detrás made in Seguridad Social? O podré pedir el pijama que les dan a los hombres? Me va a tocar con alguien desagradable en la habitación. Alguien que lleve muchos días en cama sin pasar por una buena ducha? Me dejarán ponerme calcetines para la operación? Es que siempre tengo los pies fríos. Y si, ahora que está tan de moda, me toca un médico a lo Dr. House? O peor aún, una enfermera de esas que caracterizan el sistema sanitario público? Será mi familia prudente y no me llenará la habitación de gente? Lo será la familia de mi compañera de habitación? Habrá Wifi en la habitación del hospital? Si me llevo la DS o el portátil, me los robarán por la noche?

Como podéis ver hay muchas dudas que me asaltan. Menos mal que el ingreso no será de mas de 24 horas, porque si no me volvería loca a mí misma y a los que me rodean (sin contar que después de 48 horas mi cabello se va volviendo más y más oléico).

jueves, 6 de mayo de 2010

La fiesta de las sosas

Esta semana se ha celebrado la la gala de inauguración de la exposición de primavera del Costume Institute del Museo Metropolitan de Nueva York. Uno de los eventos más sonados en el mundo de la moda y la celebrity. Esta verbena está organizada por la Wintour, que cada año dedica unos diez meses a la preparación de tamaña cuchipanda en la que decide hasta el uniforme de los camareros y a buscar, entre sus influyentes contactos, alguien que, hablando en plata, ponga el dinerito.


Este año, la gala ha sido de lo más insustancial. Pero no es de extrañar si tenemos en cuenta que la firma anfitiona fue GAP, que lleva haciendo por lo menos un par de décadas la misma ropa. Si un hace un par de años el tema de la gala fue Superhéroes -vimos a la Hathaway a lo Superwoman- este año ha sido American Woman, y por eso hemos visto a la prota de El Diablo viste de Prada más sencilla que el salpicadero de un Seat Panda.


Y las mujeres -y hombres- americanas siguen comprando en la multinacional de las tres letras. Lo único que me sorprendió de GAP fue el vestido que lucía Kirsten Dunst -no recuerdo si de Theallet o Thakoon-.Tampoco merece desprecio ninguno el modelo de Alexandra Chung y su modelo masculino. Por su parte, Katy Perry... en fin, creo que sin comentarios. Su vestido brillaba, sí. Pero no de glamour.

Os recomiendo un paseo por los blogs de moda que analizan la fiesta del MET y que no tienen desperdicio.