miércoles, 23 de abril de 2008

El crimen

Ya son 15 los días que llevo sin trabajar. Mejor dicho, que llevo sin ir a una oficina, porque de hecho, he estado trabajando y mucho.

He estado trabajando en mí, porque creo que debería cobrar porque no es nada fácil controlar las entradas de nuevo género en las diferentes franquicias, los precios, y la rentabilidad de comprarte un vestido barato en Sradivarius, que sabes que llevarán todas este verano, o, por el contrario, gastarte un poco más en uno de NAFNAF y que no vas a ver tanto por las calles. Es difícil...

Toda esta situación la ha desencadenado un terrible hecho que me sucedió en Barcelona hace una par de semanas. Este invierno mi madre me regaló la cazadora de cuero más preciosa jamás por mi llevada. Era maravillosa. Con sus frunciditos en los puños y cinturilla. Sus hombritos un poco abombados, y maravillosas costuras en la espalda. Además que estuve un mes entero tras aquella cazadora recorriéndome los Pull & Bear de Barcelona y Cierzocity sin éxito, hasta que un día la ví colgada de una burra esperándome con las mangas abiertas esperando a recostarse sobre mí.

Un par de semanas después tuve que ir a cambiarla pues todos los botones se habían soltado, y la cremallera estaba rota. Me la cambiaron. Una semana después tuve que adquirir los aperos necesarios para coser de nuevo los botones y hacerle un apaño a la cremallera.

Pero era mi cazadora maravillosa a pesar de no ser la mejor del mundo, por mitivos obvios.

El caso es que desde entonces he estado en busca de una sustituta, sin éxito. La semana pasada, entré en Stradivarius. Allí había una percha llena de cazadoras, casi todas con el mismo corte y de diferentes colores, y muy bien de precio.

Otra chica, un poco más regordeta que yo, miraba las cazadoras y fuimos a echar mano a la misma... lo bueno es que ella llevaba una L y yo una M. Ambas nos probamos sendas cazadoras, con un resultado que me hizo romper a reír pues parecíamos dos Skins con esas bombers tan estrechas y cortas. Para meter las manos en los bolsillos casi tenía que tocarme las tetas. La chica me comentó que ella también andaba tras una cazadora maravillosa, y yo le relaté el terrible suceso del que había sido víctima y ella me miró cn ojo compasivos y de empatía, o que me hizo sentir mejor, pues hasta ahora lo único que había recibido al contar mi accidente había sido un mísero "vaya", o "es que siempre lo tienes que perder todo, hija".

Entré a la web de la tienda. Llamé para pregutar si habría alguna posibilidad de volver a comprarla y únicamente se pueden encontrar prendas de otras temporadas en las tiendas de Outlet, que, por su puesto, no hay en mi ciudad. Así que confío en el que el ivierno que viene la traigan de nuevo, si no, me dará un ataque puesto que ya estoy esperando que llegue el otoño.

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