lunes, 4 de febrero de 2008

Ya no quedan... asientos


Lunes.
Misión: asistir a una rueda de prensa en el centro comercial de Cierzocity sin acceder a comercio alguno.

Esta mañana me he levantado con una nube sobre mis cejas. Todas las imágenes se sucedían ante mis ojos al ralentí y mi cabeza no funcionaba con mucha más celeridad. En estas circunstancias tenía yo que acudir a cubrir una rueda de prensa sobre la evaluación de algún plan socio-guberbamental, de esos que hacen las fudaciones con los bancos y mediante los cuales todas las partes salen beneficiadas.

Bajo estas circunstancias físicas lo mejor hubiera sido quedarme en casa, porque después de 28 años, la experiencia me ha demostrado que si algo puede ir mal, irá peor.

Al abrir la puerta de casa y salir al rellano del ascensor, me he dado cuenta de que la basura acumulada allí ya no iba a ser retirada por algún personaje fantástico tipo Zarramplín (ellos eran los que meaban mi cama cuando tenía 6 años. De verdad.) Así que con cada uno de los dedos he cogido una bolsa y me he dirijido a los contenedores para poder separar mis desechos según material.

(quiero aprovechar esta línea para decirles a aquellas personas que no vacían las botellas, antes de proceder a su retirada en el container verde, que lo hagan porque si no puede acontecer lo que seguidamente describo:)

He cogido la bolsa donde iban las botellas y un espeso fluido compuesto por cerveza de tres semanas, vino barato y otro de 4 euros, ha comenzado a escaparse por una abertura de la bolsita y ha ido a parar a mis pantalones y zapatillas de tela absorvente y conservadora del aroma.

Y mi día sólo había hecho que empezar.

Cuando he llegado al lugar en cuestión, donde iba a ser la rueda de prensa, me he dado cuenta de que me había olvidado en el otro bolso todo aquello que un periodista necesita para ir a una rueda de prensa.

Y en el mismo momento en que comenzaba a ser consiente de todo eso, yo intentaba aparcar mi moto, y el cartelito de "camisetas 3 euros" en el escaparate de Benetton ha aparecido de entre las tinieblas. Así mi embobamiento ha terminado abruptamente pues intentaba apoyar mi moto sobre un agujero de la calzada por lo que mi vehículo se ha precipitado sobre un Renault Clio que había aparcado. A pesar de mis intentos por evitar la caída, la moto descendía lentamente arrastrándome a mí sin remedio hacia ella. Creo que he pasado un buen rato intentando, sin éxito, reposicionarla.

A continuación he levantado la vista y me he dado cuenta de que tenía unos cuantos espectadores. Uno de ellos, un abuelete con una boina de esas de abuelo con las manitas entreruzadas por la espalda a la altura del culo (típica postura de los jubilados observando las obras en las ciudades). Otro de ellos pasaba frente a mí con expresión de: "no va a poder levantarla". Y le he exhortado a ayudarme con una mirada de "ya te vale, gentleman".

Mi padre tenía un número muy limitado de chistes, la mayoría adapatbles a escenas cotidianas:
"Una señora muy mayor se sube a un autobús lleno. La mujer mira a su alrededor y, al ver que no quedan asientos libres dice al aire y con tono resignado al ver que nadie le cede el suyo:
-¡Ai! Es que ya no quedan caballeros como los de antes.
-Señora, caballeros sí que hay. Lo que no quedan son asientos"

Pues eso.

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