miércoles, 25 de junio de 2014

Despacho

Lo bueno de tener un blog es que una se puede despachar a gusto y ahí queda. Como este blog es más terapéutico que otra cosa, he pensado que hoy voy a aprovechar la ocasión para desahogarme.

Como ya había comentado en algún post anterior, vivo en Noruega. Y admito que tengo una relación de amor-odio con este país. De amor porque mi pareja es de allí, mi hijo nació allí y allí hay mucha gente a la que quiero. Y ahora mismo no se me ocurren muchas más.

Siempre que en el sur de Europa pensamos en Escandinavia pensamos en gente muy moderna tanto en apariencia como en mentalidad. En sociedades avanzadas en el bienestar común y en ciudades idílicas con mucha cultura, muy cosmopolitas, limpias y ordenadas. Pues bien, quizá esta descripción sea adecuada para Suecia, Dinamarca o Finlandia, pero no para Noruega.

Sí que es cierto que en temas de género están más avanzados que nosotros. Aunque por otro lado, hacen cosas muy extrañas. Por ejemplo: es poco común ver grupos de chicos y chicas juntos (excepto para hacer un grill en el parque en verano). Les gusta mucho hacer cosas de manera segregada. Y cuando es noche de chicas, o de chicos (algunos tienen un día fijo a la semana), el otro sexo no es del todo bienvenido. Se van de finde por separado y es extraño oír que un grupo de amigos y amigas se van todos juntos a pasar un fin de semana a la montaña, por ejemplo.

Otra cosa que me molesta es que todo tiene un momento y un lugar. Por ejemplo: cada estación/día/momento tiene sus rituales y tradiciones. Y no hablo solo del estofado de Navidad. Hablo de: las chucherías del sábado, la comida del viernes (tex-mex o pizza mayormente),  las chucherías de Pascua, y sí, hay muchas chucherías.  De hecho, cuando uno entra en un supermercado medio, puede observar cómo el estante con los dulces supera en amplitud al de verduras.

En los supermercados todo viene empaquetado. Es imposible comprar las cosas a peso porque hay muy pocas carnicerías o pescaderías tradicionales. Así que todo va plastificado. Un rollo.

Me llama mucho la atención cómo muchos noruegos se piensan el ombligo del mundo argumentando que su país es "el más rico del mundo". Y por ello desdeñan todo lo demás.

A veces uno tiene la sensación de que creen que si no es caro no es bueno (exceptuando la comida) y por eso en Oslo no es raro ver niños cuyo abrigo es dos veces más caro que toda la ropa que puedas llevar tu. Creo que un Decathlon no funcionaría en absoluto. Yo me considero adicta al deporte entre cuatro paredes. He ido a unos cuantos gimnasios desde que con 15 años me apunté al primero. Pues bien, en Noruega todo el mundo va igual. Como de uniforme. Y lo más popular son unas mallas, sí, mallas, que cuestan 120€. Sí, mallas. Así que cuando me apunté al gimnasio aquí en Zaragoza hace unas semanas, fui feliz al ver al resto de gente con las camisetas viejas y de estar por casa y muchos artículos Kalenji. Como tiene que ser, hombre.

Pero una se adapta a todo, claro que sí. Bueno, a casi todo. Porque eso de tener que quedar con la gente con meses de antelación me parece un rollo. Sobre todo si no voy a poder ir con mi novio porque es noche segregada.

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